lunes, 31 de octubre de 2011

Para Belén

Es un dolor indescriptible. Una sensación en absoluto comparable a la de primera pérdida.
Y es que, con aquella, piensas en la mala suerte, en que son cosas que pasan... Pero te resignas. Aún te queda otro.

Hasta que un día lo que parecía imposible, sucede.

Y entonces, mientras lloras, comienzas a recordar cómo mirabas embobada a tu madre cuando se  pintaba frente al espejo, las peleas con tus hermanos, las vacaciones de verano, las noches de Reyes, las funciones del colegio, las bromas que un día sí y otro también te gastaba tu padre, el primer suspenso, la música que se solía escuchar en casa, la primera vez que te castigaron sin salir, las risas en la última comida familiar... Y de pronto te das cuenta de que estás sonriendo.

Y sonríes porque, a pesar del dolor, te sientes, porque ellos se empeñaron en que así fuera, la persona más afortunada del mundo. Has vivido la mejor de las vidas. Y ese sentimiento, no se va a morir nunca.

1 comentario:

belén dijo...

Es precioso y es verdad. Gracias