lunes, 31 de octubre de 2011

Para Belén

Es un dolor indescriptible. Una sensación en absoluto comparable a la de primera pérdida.
Y es que, con aquella, piensas en la mala suerte, en que son cosas que pasan... Pero te resignas. Aún te queda otro.

Hasta que un día lo que parecía imposible, sucede.

Y entonces, mientras lloras, comienzas a recordar cómo mirabas embobada a tu madre cuando se  pintaba frente al espejo, las peleas con tus hermanos, las vacaciones de verano, las noches de Reyes, las funciones del colegio, las bromas que un día sí y otro también te gastaba tu padre, el primer suspenso, la música que se solía escuchar en casa, la primera vez que te castigaron sin salir, las risas en la última comida familiar... Y de pronto te das cuenta de que estás sonriendo.

Y sonríes porque, a pesar del dolor, te sientes, porque ellos se empeñaron en que así fuera, la persona más afortunada del mundo. Has vivido la mejor de las vidas. Y ese sentimiento, no se va a morir nunca.

Mónica Francisca Constancia Grandes

Comencé con esta idea del blog en diciembre de 2010. Escribí 5 ó 6 entradas. Lo abandoné. Volví en julio de 2011 con el firme propósito de tomármelo en serio. Han pasado cerca de 4 meses y aquí estoy de nuevo. Y claro, es que lo que no puede ser, no puede ser...

Con siete años me emperré en dar clases de mandolina. Mi pobre madre no entendía nada..."Esta niña es medio tonta,  ¿no tienes suficiente con la flauta dulce, hija?" y yo: "No, no, no, mamá... que lo que de verdad quiero hacer en la vida es deleitaros con la mandolina... Te prometo que la voy a tocar fenomenal..." Cinco meses y tres mandolinas después (la primera se la cargó Montse Noguerol en la fila del comedor), abandoné ese bello instrumento. 

En la adolescencia llegó un ligero sobrepeso (nada dramático pero estaba echando un culo que no era normal) y empujada por Marta Sagi-Vela y mis hermanos mayores, decidí que si para algo me había llamado Dios, era para ser una estrella del basket. Aguanté un mes en el equipo.

Y así, con todo en la vida: el gimnasio, el petit point, la natación, la bisutería... Sí. La bisutería. Mi última empresa fallida. Y es que, como tengo tan buen gusto, hace año y medio decidí que iba a empezar a confeccionar anillos, broches y demás abalorios con los que iba a cosechar el mayor de los éxitos. ¿Resultado? Me dejé una pasta en ganchos, imperdibles, botones y demás gilipolleces, y sólo hice un anillo taurino a mi tía Lola, y un anillo-hamburguesa a mi prima Alicia. Cada vez que veo la dichosa caja de los abalorios por casa me pongo enferma...

¡Pues eso! que perdonéis mis ausencias y que celebréis mis reapariciones.

¡Hala! Me voy a duchar. La única actividad que, para regocijo de propios y extraños, no tengo pensado abandonar nunca.